Un mes después de haberme casado empezó todo…Los celos, los gritos, calcular el tiempo que debía estar en casa luego del trabajo, el acoso sobre qué hiciste, con quién te reuniste hoy en el trabajo, con quien almorzaste... Cuando sentía que las cosas no se hacían como él entendía volvían los gritos y ofensas, sólo paraba cuando me veía romper en llanto…En ese momento, el pedir perdón, “no quiero tratarte así, pero es que me provocas…” El ciclo se repetía una y otra vez, con una frecuencia inimaginable.
Con el paso del tiempo, cedí mi dignidad por desgaste. Decidí no reclamar esta forma de tratarme porque sentía culpa, “si no hubiese dicho o hecho X, no se hubiera puesto así…posiblemente lo provoqué”. Sentía frustración, mucho temor, pero sobre todo mucha soledad. Ya no hablaba con nadie, prefería que nadie se enterara de mis asuntos, era un tema mío y de él. Justificaba su manera de actuar: “El es así…pero me quiere. El va a cambiar” Poco a poco perdí mi esencia, perdí mi yo!
Los malos tratos se extendieron hacia los niños, les gritaba por cualquier cosa, les pegaba. Ver estas acciones hacia ellos me laceraba el alma y aún así muchas veces mis decisiones se limitaban a llevarlos fuera de casa y comentarles “dejemos a Papi solo que no se siente bien”.
No tenía fuerzas para tomar ninguna decisión, cada vez que él salía de casa soñaba con que no volviera jamás, soñaba con que desapareciera. El “milagro” nunca llegó…Me refugié en el trabajo y en cuidar a mis hijos. Llegaba cansada a la cama sólo para dormir…Dormir cansada para no pensar!
Una de esas noches que el agotamiento era extremo, él insistía en que debíamos hablar, fue tanto lo que insistió y de la manera que lo hizo que no sé de donde saqué fuerzas para decir “¡YA! Me cansé, quiero el divorcio”. Doce años habían transcurrido, ya no aguantaba un minuto más! El lo “aceptó”.
Mi sentimiento de culpa era enorme. La decisión de divorciarme era privar a mis hijos de algo que yo siempre tuve: Una familia. Esto me llevó a querer tener un divorcio modelo, “los niños no podían sufrir”. Durante el tiempo de separación el maltrato fue mayor, cada vez que podía me enrostraba haberle quitado su hogar, me llamaba “maldita depresiva”.
Un día pasó lo peor, se enteró que había salido a una cena. Mi hija con la inocencia de una niña de 11 años expresó lo “linda” que había salido su Mami…Su rabia fue tal que dos días después, delante de los niños sin ninguna consideración me pegó, me gritó improperios, amenazó con arrancarme la cabeza para demostrarme quien era él…Esos golpes no me dolieron en la cara, esos golpes dolían en ese rincón del alma que no le puedo mostrar a nadie…
El hoy…
Caí pero crezco cada día… Mi primer contacto con Sonsoles a quien agradezco infinitamente lo que soy hoy me hizo entender que había vivido una relación de violencia por años. ¡En ese momento desperté! Entendí que necesitaba ayuda para seguir adelante.
No fue fácil enfrentarme al “te lo dije”, a la frustración del “fracaso”, a algo que nunca pensé me pasaría a mí…Sentir mi autoestima en un nivel bajo y vivir mucha ira no sólo hacia él, sino conmigo pues me convertí en mi propia juez de la manera mas severa y castigadora.
Las terapias me devolvieron mi autoestima, el deseo de vivir. Aprendí a poner límites, a no ceder mis derechos. Aprendí que no era la culpable de lo sucedido, pero sí la responsable de salir adelante, por mí, por mis hijos.
Hoy he sanado y ya no sumo más dolor o rencor. He entendido que tengo muchas cosas que hacer, mucho por crecer, mucho por disfrutar. Conocí a alguien con quien aprendí que soy capaz de amar y ser amada. Más importante aún, aprendí que las relaciones sanas son posibles!
Hoy soy una persona distinta con un gran reto por delante. Un reto hermoso que enfrento con dignidad y que es hoy mi gran proyecto de vida: mis hijos.
Reconozco que todo esto no lo logré sola. Encontré apoyo y gracias a estas personas hoy escribo mi historia de una manera diferente.
Estar cerca de Dios ha sido mi sostén para aceptar lo sucedido. Me ha permitido limpiar mi alma a través del perdón y es mi guía para seguir adelante.
Hoy entendí mi misión y esto también ha hecho borrar mi dolor.
A través de “Rescatando Mariposas” quiero ayudarte a abrir tus alas para que emprendas el vuelo hacia la libertad de ser tu misma. Estoy aquí para ti…
Zoé
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