domingo, 17 de abril de 2011

SONSOLES DE LUNA

Cuando he tenido dudas sobre qué camino tomar me gusta consultar a esta amiga, la luna, quizás es conversar conmigo misma. Quisiera prestar mis alas a tantas otras que esperan que ocurra el milagro que las saque del infierno en que viven, muchas hablan de esto pero pocas saben lo que siento pues no lo han sufrido, es muy fácil hablar de lo que no has vivido pues te permite criticar sin haber sentido. A veces cuando trato de ayudar a otras es como sentir ser un poco el Quijote, pues es luchar contra molinos de viento, es luchar contra todo un sistema que a veces nosotras mismas sostenemos. Realmente todas las que luchamos en el tema de la violencia intrafamiliar somos vistas como raras, pero cuando sabes, cuando conoces, es egoísmo callar. Y surgen dudas, y surgen temores, pero es imperioso seguir, pues esta desnudez del alma, esta desnudez del cuerpo es reencontrarse, es volver a ser yo, es retomar mi vida donde la perdí, donde perdí el control, donde perdí la autonomía, donde perdí mi identidad, lo cual quizás sucedió al nacer pues cuando llegamos a familias donde lo que prima es un sistema autoritario y patriarcal no hay mucho donde buscar, no es fácil encontrar el camino que nos conduzca a la liberación.

Ayer estuve conversando con una de tantas y que triste es oír que creemos que no podemos seguir solas y cuando oímos su historia nos damos cuenta que hace mucho están solas. ¡Pero qué bueno es entender que podemos solas, qué bueno es saber que la vida no termina, qué bueno es ser dueñas de nuestras vidas y tener el control, ese control que nos arrebataron hace tantos siglos!

A veces pienso en el pasado y realmente no entiendo cómo es que nos vamos anulando, cómo vamos perdiendo la piel en el camino y no lo notamos, pero algún día llega la luz, algún día nos llega la información y eso es lo que quiero ser para tantas que todavía están esperando el milagro de ver el cambio de alguien que no está interesado en cambiar, pues para qué hacerlo si donde están y como están les va bien. Ayudar a tantas a entender que no podemos cambiar a otros, (ni siquiera a nuestros hijos que parimos y criamos), sólo nos podemos cambiar a nosotras mismas y hasta que no aprendemos y entendemos esto seguimos cargando con cruces ajenas.

Permíteme ayudarte, permíteme ser una pequeña luz que te ayude a encontrar el camino y que te ayude a encontrarte a ti misma.

domingo, 10 de abril de 2011

Aprender a identificar señales

Violencia de Género:

     Es la que se ejerce a las mujeres a través de malos tratos de la pareja, como son agresiones físicas, psicológicas o sexuales. Persigue discriminación y sometimiento. Afecta la dignidad, seguridad, intimidad e integridad moral y/o física.

     Existen “señales comunes” que ayudan a identificar si estás en una relación de violencia. Aprender a identificarlas y buscar ayuda a tiempo evita poner en riesgo tu vida. 

 

Cuando empezar a preocuparse?

    Si él...

  •         Critica tu forma de sentir y/o pensar, a tus amigas, a tus familiares.
  •         Te compara con otras mujeres.
  •          Se enfada por cosas sin importancia.
  •         Te prohíbe o no le gusta que te maquilles.
  •          Se enfada porque no le avisas que sales, si sales sin él o, por no saber a  donde vas.
  •          Pretende anular tus decisiones.
  •         Se molesta si te llaman o sales con tus amigos/as.
  •        Te presiona para tener relaciones sexuales.
  •        Te dice cosas que sabe que te hieren cuando discuten.
  •         Se ríe de ti delante de tus amigos/as.
  •         Te controla las llamadas o los correos electrónicos.
  •         Te humilla o ridiculiza cuando expresas tu opinión.


Cuando huir?

    Si él…
  •        Te amenaza cuando no haces lo que él quiere o si le dices que lo vas a dejar.
  •        Te controla el dinero que gastas, lo que ganas o lo que compras.
  •        Te grita o te empuja
  •        Te asusta decirle que no estás de acuerdo con él en algo.
  •        Te acusa de coquetear cuando estás  con otros hombres.
  •        Te asusta cuando se pone violento.
  •        Es posesivo o celoso.
  •        Sientes que hagas lo que hagas nunca es suficiente para él.


     

¿POR QUE NOS QUEDAMOS CON EL AGRESOR?

Comúnmente podemos encontrarnos que las mujeres que sufren violencia intrafamiliar permanecen en la relación, más aún si la violencia que sufren es la psicológica. Esto así debido a que sienten que el maltrato verbal no es suficiente razón para dejarlo. Se justifica “él es así”, “esa es su forma de hablar”. Se va asumiendo como “normal” la situación. Según las estadísticas  no es sino hasta después de haber transcurrido diez años que las mujeres pudieran tomar la decisión de dejar a su agresor.

Conforme a investigaciones de los especialistas en el tema de violencia intrafamiliar, las principales razones por las que se quedan las mujeres son el miedo y la esperanza.

Miedo por no saber enfrentar la vida solas o no poder mantener económicamente a los hijos (ataduras emocionales y/o económicas… “Sin él no soy nadie” o “no podré sobrevivir económicamente”). Miedo porque se vive con la percepción de que será más difícil salir adelante solas…

Sonsoles comparte por qué ella se quedó más de dos décadas al lado de un maltratador:

“Siempre soñé con criar a mis hijos en lo que entendía era una familia. Creía que permaneciendo al lado de su padre les estaba proporcionando lo que me habían enseñado en la escuela, en la iglesia y la sociedad respecto a lo que significaba la familia. Creía que olvidando mis miedos, mis angustias y mis necesidades les estaba dando la oportunidad de una familia. Siempre escuché que había que sacrificarse por los hijos, que lo más importante para su formación era que se criaran con su padre y su madre.

Escuchaba constantemente ‘cómo le vas a poner un padrastro a tus hijos? ’’el que no es cojo es manco y él está obligado con ellos’. ‘Pero si es un hombre responsable, a ustedes no les falta nada’. Estos eran algunos de los argumentos que me daban para que siguiera”.

          La otra razón es la esperanza de creer que con amor se puede cambiar la conducta del agresor.

          “Me quedé pensando que aquello era una historia de amor”.  Dice Sonsoles.

          “Me quedé luchando por crear para mis hijos una familia con amor, con respeto, me quedé para luchar por un mejor futuro; me quedé porque creía en eso de envejecer juntos y tenía la esperanza de que él cambiaría con mi amor, que iba a valorar mi sacrificio, mi amor, mi entrega. Por eso me quedé, porque siempre creía que sería diferente, siempre creía que no habría una próxima vez.

Cuando las mujeres no tienen marcas físicas que mostrar al mundo, hacen suyas creencias que se han adquirido cultural y socialmente a lo largo de sus vidas y que validan las conductas violentas como una forma de resolver conflictos. Algunos mitos que se pueden citar son:

·         “La mujer nació para sufrir”.
·         “La mayoría de los hombres hacen eso…”
·         “En pleito de marido y mujer, nadie se puede meter”
·         “El matrimonio es una cruz y hay que aguantarla”
·         “Por el bien de los hijos hay que quedarse…Tú no puedes destruir tu familia, ni dejarlos sin padre”
·         “El matrimonio es para toda la vida”

Sonsoles continuó:

“Quise dar una familia a mis hijos, pero me faltaba lo más importante, vida propia, mi integridad como persona, me faltaba poder decidir por mi misma lo que quería para mi vida. Me faltaba vivir sin miedo, me faltaba vivir sin incertidumbre y el temor de no saber como llegaría cada día ese padre, si me acariciaría, me insultaría o sería agredida. ¿Era eso una familia?”

La mujer que se queda en una relación de violencia por las razones que sea, arrastra también a sus hijos y aquello que se persigue de proveer una familia con mamá y papá presentes puede volverse en su contra y en contra de los suyos. Los hijos que resultan de un hogar disfuncional tienden a repetir la misma historia que ven en sus hogares; las hijas se convierten en víctimas y los hijos en victimarios. Crecen con miedos, frustraciones, dolor. Tienen daños emocionales tan fuertes como la madre y potencialmente se convierten en multiplicadores de otros hogares disfuncionales en el futuro. 

Esta no es la historia que quiero contar!




…Porque pierdo mi integridad, mi dignidad y destruyo aquello que más quiero…!

…Porque no quiero que mis hijos repitan este mismo patrón

…Porque no quiero vivir con miedos de ser, hacer, reír, cantar, hablar

…Porque quiero tener un compañero, no un dueño

…Porque quiero tener  la libertad de lo que quiero para mí y para mi vida



Si sufres malos tratos o conoces a alguien que es maltratada, rompe el silencio. Estamos aquí para escucharte, para ayudarte!
               

SENTIMIENTOS DE UNA MARIPOSA

Un mes después de haberme casado empezó todo…Los celos, los gritos, calcular el tiempo que debía estar en casa luego del trabajo, el acoso sobre qué hiciste, con quién te reuniste hoy en el trabajo, con quien almorzaste... Cuando sentía que las cosas no se hacían como él entendía volvían los gritos y ofensas, sólo paraba cuando me veía romper en llanto…En ese momento, el pedir perdón, “no quiero tratarte así, pero es que me provocas…”  El ciclo se repetía una y otra vez, con una frecuencia inimaginable.
  
Con el paso del tiempo, cedí mi dignidad por desgaste. Decidí no reclamar esta forma de tratarme porque sentía culpa, “si no hubiese dicho o hecho X, no se hubiera puesto así…posiblemente lo provoqué”. Sentía frustración, mucho temor, pero sobre todo mucha soledad. Ya no hablaba con nadie, prefería que nadie se enterara de mis asuntos, era un tema mío y de él. Justificaba su manera de actuar: “El es así…pero me quiere. El va a cambiar” Poco a poco perdí mi esencia, perdí mi yo!

          Los malos tratos se extendieron hacia los niños, les gritaba por cualquier cosa, les pegaba. Ver estas acciones hacia ellos me laceraba el alma y aún así muchas veces mis decisiones se limitaban a llevarlos fuera de casa y comentarles “dejemos a Papi solo que no se siente bien”.

No tenía fuerzas para tomar ninguna decisión, cada vez que él salía de casa soñaba con que no volviera jamás, soñaba con que desapareciera. El “milagro” nunca llegó…Me refugié en el trabajo y en cuidar a mis hijos.  Llegaba cansada a la cama sólo para dormir…Dormir cansada para no pensar!

Una de esas noches que el agotamiento era extremo, él insistía en que debíamos hablar, fue tanto lo que insistió y de la manera que lo hizo que no sé de donde saqué fuerzas para decir “¡YA! Me cansé, quiero el divorcio”. Doce años habían transcurrido, ya no aguantaba un minuto más! El lo “aceptó”.

          Mi sentimiento de culpa era enorme. La decisión de divorciarme era privar a mis hijos de algo que yo siempre tuve: Una familia. Esto me llevó a querer tener un divorcio modelo, “los niños no podían sufrir”. Durante el tiempo de separación el maltrato fue mayor, cada vez que podía me enrostraba haberle quitado su hogar, me llamaba “maldita depresiva”.

Un día pasó lo peor, se enteró que había salido a una cena. Mi hija con la inocencia de una niña de 11 años expresó lo “linda” que había salido su Mami…Su rabia fue tal que dos días después, delante de los niños sin ninguna consideración me pegó, me gritó improperios, amenazó con arrancarme la cabeza para demostrarme quien era él…Esos golpes no me dolieron en la cara, esos golpes dolían en ese rincón del alma que no le puedo mostrar a nadie… 

El hoy…

Caí pero crezco cada día… Mi primer contacto con Sonsoles a quien agradezco infinitamente lo que soy hoy me hizo entender que había vivido una relación de violencia por años. ¡En ese momento desperté! Entendí que necesitaba ayuda para seguir adelante.

No fue fácil enfrentarme al “te lo dije”, a la frustración del “fracaso”, a algo que nunca pensé me pasaría a mí…Sentir mi autoestima en un nivel bajo y vivir mucha ira no sólo hacia él, sino conmigo pues me convertí en mi propia juez de la manera mas severa y castigadora.

Las terapias me devolvieron mi autoestima, el deseo de vivir. Aprendí a poner límites, a no ceder mis derechos. Aprendí que no era la culpable de lo sucedido, pero sí la responsable de salir adelante, por mí, por mis hijos.

          Hoy he sanado y ya no sumo más dolor o rencor. He entendido que tengo muchas cosas que hacer, mucho por crecer, mucho por disfrutar. Conocí a alguien con quien aprendí que soy capaz de amar y ser amada. Más importante aún, aprendí que las relaciones sanas son posibles!

          Hoy soy una persona distinta con un gran reto por delante. Un reto hermoso que enfrento con dignidad y que es hoy mi gran proyecto de vida: mis hijos.

          Reconozco que todo esto no lo logré sola. Encontré apoyo y gracias a estas personas hoy escribo mi historia de una manera diferente.

          Estar cerca de Dios ha sido mi sostén para aceptar lo sucedido. Me ha permitido limpiar mi alma a través del perdón y es mi guía para seguir adelante.

          Hoy entendí mi misión y esto también ha hecho borrar mi dolor.

A través de “Rescatando Mariposas” quiero ayudarte a abrir tus alas para que emprendas el vuelo hacia la libertad de ser tu misma. Estoy aquí para ti…


                                                                                                   Zoé