viernes, 24 de junio de 2011

Hambrientas de Amor

La historia de Ana es similar a las tantas historias de otras mujeres que han sufrido violencia psicológica. Ana vivió 12 años de humillación, discriminación y anulación, se sentía sola, incomprendida, reducida.  Se privaba de expresar su punto de  vista por temor a ser insultada por su pareja porque cada vez que emitía una opinión, su esposo Marcos, le lanzaba improperios, le decía “mejor quédate callada, que ni sabes lo que estás hablando…”. Ana dejó de salir con sus amigos porque le producía tensión “provocar” un momento desagradable para él y que éste estallara… Así dejó de hacer muchas de las actividades que anteriormente disfrutaba, sentía como día tras día fue perdiendo el contacto con ella misma, se sentía incapaz de pensar, sentir o actuar de forma independiente. Con el paso del tiempo, un nuevo sentimiento empezaba a crecer en Ana: ira contra ella misma, pues reconociéndose una mujer capacitada profesionalmente y con deseos de desarrollarse, había perdido su esencia, sus gustos, su deseo de vivir, descuidó su aspecto físico, no dormía, no comía, prefería pasar muchos momentos a solas y cualquier evento insignificante la irritaba.  Un día se levantó lista para enfrentar su rutina de preparar los niños para ir al colegio, prepararse ella para llegar a su trabajo, que el desayuno de Marcos estuviera preparado tal cual como él exigía (un huevo pasado por agua con 3 minutos de cocción –no más!, dos tostadas de pan blanco, un jugo de naranjas, el periódico sobre la mesa intacto porque era él la primera persona que debía leerlo y, para terminar un café que debía ser servido inmediatamente después que él terminara el último sorbo de su jugo). Aquel día Marcos decidió ponerse su camisa a rayas azules y zas! Le faltaba un botón. Aquello fue motivo para volverse contra Ana y descalificar cada una de sus actuaciones, pues esa “buena para nada” debía procurar que sus camisas estuvieran perfectas para él usarlas. El desayuno y todo lo que Ana se había esforzado para que el día iniciara de buena forma, se fue a pique; Marcos rompió la camisa, tiró los platos, gritó, descalificó a Ana delante de los niños…Con lágrimas en los ojos y con sentimientos encontrados de rabia, ira, frustración, Ana gritó: ¡hasta aquí!  ¡Nos divorciamos!

Ella encontró refugio en su familia, sus amigos más cercanos, y otras personas que estuvieron dispuestas a escucharla y apoyarla. Julia, su mejor amiga, le insistía que buscara ayuda y que asistiera a un especialista en violencia de género, pero Ana decidió no recibir terapia, bajo el entendido de que ya ella estaba sana y la mejor prueba, según ella afirmaba categóricamente fue la decisión de dejar esa relación que tanto la agobiaba.

¿Por qué es importante recibir terapia?

Las víctimas de violencia de género sufren daños psicológicos muy graves, por esto la importancia de recibir un tratamiento terapéutico con la finalidad de recuperar la salud mental que se necesita para iniciar una nueva vida, una nueva relación. Se recomienda realizar terapia con un experto (a) en materia de violencia porque de lo contrario, pudiera manejarse parcialmente la afección de la víctima (la depresión que sufre o sus inseguridades para tomar decisiones o su baja autoestima, entre otras).

En los casos de violencia de género hay que ser cuidadosos a la hora de hacer intervenciones desde el punto de vista legal y psicoterapéutico.  Las intervenciones a las víctimas de violencia de género debe tener un enfoque directo y cuyas acciones sean dirigidas a la protección de la mujer, partiendo de que en una relación de violencia su vida corre peligro.

Un experto en la materia provee a su paciente herramientas que le ayudan a poner límites, a identificar señales y a identificar las consecuencias que sufren las víctimas de violencia por causa del sometimiento. Ayuda también a identificar los rasgos del agresor.     

Cuando no se recibe la terapia de un experto, suele manejarse la violencia de género como un conflicto entre parejas y la violencia de género es una relación de abuso, mediante la cual el hombre ejerce poder y control sobre la mujer hasta llevarla al sometimiento, por tanto, una relación de abuso no puede manejarse como una relación de pareja, de hecho durante las terapias se debe tratar a la víctima y su agresor por separado, considerando que la terapia busca la recuperación de la salud emocional de la víctima y las consecuencias que esta sufre por tanto sometimiento la lleva a sentir miedo, angustia y ansiedad.

El riesgo de que Ana repita la misma historia es alto, debido a que las mujeres que sufren violencia de género quedan “hambrientas de amor”. Son tantos los traumas que reciben que quedan necesitadas de que alguien las valore, las ame como ellas desean sentirse amadas. De no recibirse el tratamiento adecuado no se puede garantizar que la mujer que ha sido víctima de violencia recupere su salud emocional y sea capaz de vivir una nueva relación de una forma sana, ya que se tiende a repetir patrones, de ahí que conocemos personas de quienes escuchamos comúnmente, “todas las relaciones de Fulana son iguales, terminan en lo mismo…” 

¿Cuáles son los beneficios al recibir la terapia para superar la violencia de género?

Algunos de los beneficios que podemos señalar:

v  La mujer empieza a valorarse.
v  Siente seguridad de sí misma, por tanto pierde el miedo.
v  Aprende a poner límites.
v  Deja atrás el sentimiento de culpa y entiende que sólo es responsable por sus propias actuaciones.
v  Es capaz de identificar las señales, los comportamientos de la pareja, que dejan claramente entendido de que está en una relación de violencia.
v  Aprenden que la única persona a la que pueden cambiar es a ellas mismas.

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